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Tras los históricos huracanes Eta e Iota, la NASA ayuda a preparar a Centroamérica para los próximos desastres

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Poco después de que el huracán Iota, de categoría 4, comenzara a empapar Centroamérica el 16 de noviembre de 2020, Claudia Herrera observó desde un helicóptero cómo las devastadoras aguas inundaban barrios enteros de La Lima, en el Valle de Sula de Honduras. En sólo tres días, las catastróficas lluvias de Iota habían inundado el Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales en La Lima, así como escuelas, centros de salud y otras infraestructuras críticas en una región que es el principal motor económico del país.

La vista desde el helicóptero era demasiado familiar para Herrera, quien dirige el Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central (CEPREDENAC). Dos semanas antes, el huracán Eta, de categoría 4, había azotado la región, y Honduras se llevó la peor parte de la fuerza cataclísmica de la tormenta. Herrera había ayudado a las autoridades regionales a planificar su respuesta a los vientos huracanados y las lluvias torrenciales, que también habían causado daños en importantes manglares de Nicaragua y provocado deslizamientos de tierra mortales en Guatemala.

Poco después de que Eta tocara tierra en el norte de Nicaragua el 3 de noviembre, el área del programa de Desastres de Ciencias Aplicadas de la Tierra de la NASA comenzó a trabajar con Herrera y otras autoridades de Centroamérica para utilizar imágenes y datos satelitales para monitorear los daños y ayudar a los equipos en en las zonas impactadas a analizar el terreno afectado mientras rescataban a la gente impactada por la tormenta.

Mientras miles de personas dentro y fuera de la región unían fuerzas para ayudar, el inminente impacto de una segunda tormenta, prácticamente “gemela”, conmocionó a todos. Iota iba a tocar tierra a poco más de 30 kilómetros de donde lo había hecho Eta.

“Cuando nos avisaron de Iota y enviamos esta información a las autoridades locales, no podíamos creerlo: que fuera posible que viniera otra tormenta, y que nos fuera a afectar con la misma magnitud casi simultáneamente”, dijo Herrera. “No habíamos terminado de hacer los informes de daños, cuantificando los daños del impacto de Eta, cuando ya nos estábamos preparando para el impacto de Iota”.

El programa de desastres de la NASA ofrece productos a los que los usuarios de todo el mundo pueden acceder públicamente.
El programa de desastres de la NASA ofrece productos a los que los usuarios de todo el mundo pueden acceder públicamente. Las imágenes del aeropuerto de San Pedro Sula proporcionaron a los equipos sobre el terreno una vista estratégica mientras las aguas de las inundaciones se retiraban en Honduras. Los productos para cartografiar los posibles y eventuales deslizamientos de tierra ayudaron a evaluar el riesgo en Guatemala. Y los mapas de zonas susceptibles a sufrir daños ayudaron en la pequeña isla colombiana de Providencia, frente a la costa oriental de Honduras.
Credits: Programa de Desastres de la NASAu003cbru003eu003ca href=u0022https://maps.disasters.nasa.gov/arcgis/apps/MapSeries/index.html?appid=4cca578eb7f348eb9703e6585647f4e6u0022u003eVer los productos que el equipo de Desastres de la NASA preparó para los huracanes Eta e Iota en 2020.u003c/au003e

Eta destruyó carreteras que conectan el Valle de Sula con el resto del país, añadiendo otro nivel al reto de proporcionar ayuda humanitaria a la gente necesitada y creando una sensación de impotencia, dijo Herrera. Los esfuerzos masivos y coordinados para ayudar a las comunidades desplazadas a encontrar refugios requirieron la ayuda de todos en el país, y de fuera.

Vinieron equipos desde Estados Unidos y Colombia para ayudar a las fuerzas armadas hondureñas liderando el proceso. Miembros del sector privado también proporcionaron helicópteros y equipamiento. Los pescadores locales usaron sus propios botes pequeños para ayudar a las personas atrapadas por las inundaciones en zonas estrechas. A distancia, el programa de desastres de la NASA proporcionó productos actualizados casi en tiempo real a los equipos sobre el terreno.

La capacidad de operar ágilmente mientras se coordinaba la transferencia de información con la ayuda de la NASA fue crucial para los esfuerzos del equipo, ya que ayudó a la región a conectarse con otras organizaciones geoespaciales que también proporcionaron apoyo, dijo Marcelo Oyuela, el ingeniero principal de sistemas de información geográfica de la organización centroamericana.

“A veces hay muchos datos e información, pero el conocimiento que falta es dónde está esa información, dónde están esas iniciativas”, dijo Oyuela.

Abundancia de tormentas

En una sucesión inusualmente rápida, Eta e Iota coronaron una temporada de huracanes desastrosa para Centroamérica, que no había sido golpeada tan duramente desde el huracán Mitch de categoría 5 en 1998. Las dos tormentas también contribuyeron a una temporada que marcó el quinto año consecutivo con una actividad de huracanes muy por encima del promedio.

Aunque la abundancia de tormentas en 2020 no garantiza que los huracanes vayan a ser más frecuentes en los próximos años, los científicos afirman que el calentamiento de los océanos ya está modificando el comportamiento de los huracanes y prevén que el calentamiento de los océanos alimentará huracanes más intensos en el futuro.

Cuando Eta e Iota pasaron por las aguas cálidas del Caribe, la velocidad de sus vientos aumentó drásticamente en menos de 36 horas como resultado de un fenómeno de intensificación rápida que los científicos esperan que sea más común a medida que la temperatura del océano aumente.

El mapa de arriba muestra las trayectorias del huracán Iota y del huracán Eta sobreimpuestas en un mapa de las temperaturas de la superficie del Mar Caribe y el Golfo de México, tal y como se midieron el 15 de noviembre de 2020.
El mapa de arriba muestra las trayectorias del huracán Iota y del huracán Eta sobreimpuestas en un mapa de las temperaturas de la superficie del Mar Caribe y el Golfo de México, tal y como se midieron el 15 de noviembre de 2020. Eta e Iota fueron dos de las tormentas más potentes que han azotado Centroamérica en décadas, soltando más de 24 pulgadas (609 mm) de lluvia sobre una pequeña parte de Nicaragua y más de 12 pulgadas (305 mm) en muchas partes de Honduras, Guatemala y Belice.
Credits: Observatorio de la Tierra de la NASA

En las últimas décadas, los huracanes se han intensificado rápidamente con mayor frecuencia y su avance se ha estancado más, dejando caer más lluvia sobre lugares confinados. Eta, Iota y otros huracanes importantes contribuyeron a esta tendencia en 2020, año en el que se registró un récord de nueve tormentas que se intensificaron rápidamente. Estos rápidos cambios en la fuerza de las tormentas pueden dejar a las comunidades en su camino sin tiempo para prepararse adecuadamente.

“No se observa una tendencia global en la frecuencia de las tormentas. Algunos años y algunas cuencas oceánicas tienen más y luego menos”, dijo Tim Hall, investigador de huracanes del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA en Nueva York, al Observatorio de la Tierra de la NASA en 2020. “Pero si ya se ha formado un huracán, hemos descubierto que las señales del calentamiento global aumentan la probabilidad de que una tormenta se estanque, se intensifique hasta convertirse en un huracán mayor y deje caer más lluvia”.

Eta e Iota también se formaron mucho después de la época del año en que se espera que la actividad de los huracanes mayores alcance su punto máximo. A medida que las temperaturas oceánicas y atmosféricas sigan aumentando, es probable que las grandes tormentas a final de temporada sean más frecuentes. La temporada de huracanes empieza oficialmente el 1 de junio y termina el 30 de noviembre. A principios de agosto, el Océano Atlántico está preparado para producir huracanes.

Una visión global para la resiliencia regional

La NOAA ha pronosticado otra temporada muy activa para 2021. En Honduras, Herrera también espera una temporada agotadora por los daños y el miedo que persiste.

El equipo de Herrera sigue trabajando estrechamente con el programa de Desastres de la NASA y otras agencias gubernamentales internacionales y grupos privados. Su iniciativa se centra plenamente en reforzar la capacidad de recuperación de cada país de la región.

“En este momento, ya hay cuatro países afectados con inundaciones -Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá- sin siquiera haber entrado en la temporada de tormentas importantes”, dijo Herrera en junio. “Estamos tomando todas las medidas posibles para prepararnos para esta temporada de lluvias, pero tenemos un reto muy grande con el impacto de los huracanes Eta e Iota todavía en el territorio”.

En 2020 hubo un récord de 30 huracanes con nombre en el Atlántico y los científicos están monitoreando cómo el cambio climático causado por los humanos está alterando el comportamiento de las tormentas. La NASA vigila los huracanes desde el espacio mediante satélites de observación de la Tierra y alimenta a los modelos meteorológicos con esos datos para comprender mejor la trayectoria y la magnitud de los huracanes.
Credits: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA/Estudio de Visualización Científica
Descargue este vídeo del Estudio de Visualización Científica de la NASA Goddard.

Dado que otros organismos también ayudan en las labores de respuesta y recuperación tras el paso de tormentas como Eta e Iota, el trabajo del equipo de Desastres siempre requiere de una enorme coordinación con grupos locales e internacionales para agilizar el flujo de información.

Una de las prioridades del programa se centra en asociarse con grupos locales e internacionales para generar productos basados en datos con una visión global de la Tierra y aplicar esa información a nivel regional, dijo David Green, que dirige el programa.

“Buscamos desarrollar relaciones de confianza dentro de un contexto cultural con las comunidades vulnerables y con aquellos que pueden actuar, lo que significa que aportamos datos de población, aportamos información económica, nos acercamos a los que están en riesgo, así como a los socios de la ayuda humanitaria, incluyendo la Oficina de Asuntos Humanitarios de USAID, los grupos de desastres de la ONU en Panamá, los grupos de mapeo en Costa Rica y las agencias de satélites en México”, dijo Green. “Recolectamos ese conocimiento porque hemos aprendido a involucrar al mundo para construir una resiliencia sostenible”.

Las calles de San Pedro Sula, el día 6 de noviembre de 2020. La información que Claudia Herrera y otros en Centroamérica recibieron en 2020 incluía imágenes de satélite para ver los daños de las tormentas en las redes eléctricas, las carreteras y otras partes importantes del territorio. Crédito de imagen: Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central